Para millones de personas, el trabajo perjudica seriamente la salud. Accidentes laborales, enfermedades profesionales, exposición a sustancias nocivas, estrés y trastornos mentales dejan al año miles de muertos, lesionados, enfermos e incapacitados. Muchos de ellos, además, ni siquiera son contabilizados como tales, pues buena parte del impacto sociolaboral en la salud es invisible, no está reconocido. En los últimos años el deterioro en forma de desempleo, precariedad y recortes, junto al aumento de la desigualdad, han llevado a un empeoramiento significativo de la salud en el trabajo. Este libro arroja luz sobre una realidad que debería estar en el centro del debate y marcar las políticas de salud pública. A partir de un estudio de la situación española, propone medidas para que unas mejores condiciones laborales, más igualdad y un enfoque político más adecuado permitan mejorar el trabajo, la salud y, por tanto, la vida de trabajadoras y trabajadores.
Indalecio Prieto fue un reformista que entendió el socialismo como culminación del liberalismo. Le importó siempre el carácter político del régimen existente y se preocupó por movilizar a la opinión pública y vocear su estado de espíritu en el Congreso de los Diputados. Su aportación fundamental a la cuestión vasca la hizo durante la II República, cuando situó el problema vasco en una dirección constituyente, al concebir el Estatuto de autonomía otorgado por la República como parte de la ordenación constitucional española, incardinada en un mismo proyecto de democratización y modernización. Dicha ley instauró un nuevo modelo de integración territorial para toda España. Por eso cabría hablar de la concepción prietista de la autonomía vasca como una fórmula unionista española, susceptible de resolver de una vez por todas el tan traído y llevado problema vasco.
Los más singulares episodios en la historia de nuestro país entre los siglos VIII y XIII fueron protagonizados por una entidad política conocida como Reino de León. Las vacilantes inercias sociales y el desdén institucional han convertido este reino en un perfecto desconocido; y a los monarcas que ciñeron su corona, en un recuerdo vago e intranscendente. Sin embargo, sus titulares llegaron a administrar un territorio que incluía las actuales comunidades de Galicia, Asturias, Cantabria, La Rioja, Castilla y León, Madrid, buena parte del País Vasco, casi toda Extremadura, algo de Castilla La Mancha y Portugal hasta la altura de Lisboa. Su último, o mejor, su penúltimo rey, Alfonso IX, convocó en 1188 una curia regia que, al acoger a representantes del pueblo llano, se convertiría como reconoce la UNESCO en el germen del parlamentarismo europeo.