Componen este volumen dos libros de relatos en los que Reinaldo Arenas, en un portentoso despliegue de registros, traza un retrato vivo y barroco de la Cuba que conoció: la colorista marea humana que trajo la Revolución («Comienza el desfile»); los ecos de tragedia griega presentes en «La Vieja Rosa», en que una campesina ve frustrarse las expectativas depositadas en sus hijos; la apocalíptica ensoñación de un solitario observador de estrellas («El reino de Alipio»); el enfrentamiento entre la libertad y el oscurantismo («Bestial entre las flores»); la lucha de un escritor por mantener la dignidad en medio del turbio exilio en Miami («La torre de cristal»); la feliz humorada de «El cometa Halley», en la que las hijas de Bernarda Alba, trasplantadas al Caribe, descubren las delicias del placer, o el emocionante monólogo de «Final de un cuento», donde un escritor muy parecido a Arenas desgrana un memorial de agravios, nostalgias y odios acerca de una tierra de la que salió huyendo.
Con El asalto completamos la publicación de la personal y crítica pentagonía ?formada, además, por Celestino antes del alba, El palacio de las blanquísimas mofetas, Otra vez el mar y El color del verano (Andanzas 395, 428, 463 y 357)? con la que Reinaldo Arenas, alegorizando su propia historia y la de su país, quiso dejar constancia de la lucha del hombre contra todo tipo de represión. En un Estado en el que se venera y obedece ciegamente al Reprimerísimo, el protagonista-narrador, un misántropo obsesionado por encontrar a su madre a fin de aniquilarla con sus propias manos, se convierte en agente de la Contrasusurración para, con el pretexto de aplacar cualquier movimiento insurgente, poder moverse a sus anchas y llevar a cabo su venganza personal. La búsqueda de la madre deriva en un crescendo de atrocidades, que el protagonista siempre justificará ante sus superiores como necesarias para el mantenimiento del orden y la moral. La represión va haciéndose insostenible hasta que llega el día de la Gran Fiesta Patria, en que se producirá el asalto que liberará a cada uno de sus propios fantasmas. Según palabras del propio Reinaldo Arenas, «La pentagonía culmina con El asalto, suerte de árida fábula sobre el destino del género humano cuando el Estado se impone por encima de sus sueños o proyectos. El asalto es tal vez la novela más cruel y antirretórica escrita en este siglo».
Reinaldo Arenas construye en Arturo, la estrella más brillante, la historia alucinante de una abyecta marginación. La condición homosexual de su protagonista, enclaustrado en un campo de "reeducación", pone en evidencia la irracionalidad de un sistema que puede hacer de la humillación humana, un instrumento de pedagogía social tan inhumano como absurdo. Pero Arturo, la estrella más brillante, independientemente de su fuerte valor testimonial, posee toda la fuerza de un texto bellamente concebido. Poesía y verdad se amalgaman para conformar un relato, estilísticamente, en la línea habitual del autor cubano. Convincente voluntad poética, mezcla de dolorosas páginas y brillante solución formal, en un libro que nos estremece por lo que nos cuenta, y nos asombra por su escritura luminosa y exacta.
" El mundo alucinante " , del escritor cubano Reinaldo Arenas (1943-1990), es una de las novelas hispanoamericanas más conocidas y formalmente mas audaces del llamado " boom " de la década de los sesenta. Esta novela lanzó a Arenas al ruedo internacional, aunque, paradójicamente, fue la que durante años le ocasionó persecución y prisión en su propio país. A medio camino entre la biografía imaginaria y la novela picaresca, y debido a su experimentación formal, posición histórica e ideológica, " El mundo alucinante " es un claro ejemplo de novela posmoderna. Esta versión libre, burlesca y paródica de las " Memorias " de Fray Servando Teresa de Mier y Noriega, fraile dominico y prócer de la independencia, un clásico de las letras, la cultura y la política hispanoamericanas, es una crítica de toda ideología represiva.
El 7 de diciembre de 1990 el escritor cubano Reinaldo Arenas, en fase terminal del SIDA, se suicidaba en Nueva York dejando este estremecedor testimonio personal y político, que terminó apenas unos días antes de poner fin a su vida. Arenas, en efecto, reunía las tres condiciones más idóneas para convertirse en uno de los muchos parias engendrados por el infierno inquisitorial y carcelario de la Cuba castrista : ser escritor, homosexual y disidente. Silencien o no la presencia de este libro los interesados en perpetuar el engaño, deseamos que sean cada vez menos los que aún digan que ignoran qué encubría, y encubre, el célebre «paraíso caribeño» del patriarca Fidel Castro. De los bajos fondos de la Habana, donde reptan los excluidos del sistema, a la dificultad de vivir, una vez en el exterior, negándose a la discreta neutralidad que la izquierda bien pensante espera de un exiliado cubano, la vida de Arenas fue, muy a pesar suyo, una continua peripecia vital e intelectual.
«Creo que la época más fecunda de mi creación fue la infancia.(. . .) Aunque en la casa había siempre mucha gente, para llenar aquella soledad tan profunda que sentía en medio del ruido, poblé todo aquel campo de personajes y apariciones casi míticos y sobrenaturales.» Estas palabras de Reinaldo Arenas, escritas en otro lugar, nos dicen que Celestino, el niño de esta historia, no es otro que su alma gemela. Para Celestino, su casa también es un endiablado enjambre; tampoco su madre y sus abuelos entienden por qué no cesa de escribir por todas partes, hasta en las hojas de los árboles; a él también le gritan y amenazan mientras se hostigan entre sí. No en vano, cuando el narrador se asoma al pozo de la casa, ve reflejado a Celestino; tampoco es de extrañar que éste, como el narrador, pueble su mundo de fantasmagóricos espíritus, seres y hechos extraordinarios, que habitan también sus escritos, refugio de su insufrible pobre realidad.