«Estados Unidos no es un país, es un mundo.» La sentencia es de Martin Amis, sin duda, el más radicalmente divertido y brillante de la nueva generación de escritores británicos. Para comprobarlo sólo hay que asomarse a este paseo sardónico y cruel por el mundo cultural, social y político norteamericano, retratado por Amis en esta colección de artículos tan despiadados como esclarecedores. Truman Capote, Saul Bellow, Norman Mailer, Ronald Reagan, Gore Vidal, los Von Bullow o Steven Spielberg son, entre otros, los personajes a través de los cuales Martin Amis conforma un mosaico del infernal estilo de vida americano.
El relato que tiene ante sí, no es la descripción de las andanzas de unos policías que engañaron a todo un Director General y a un Ministro del Interior que eran estúpidos según el lenguaje del imperio, aunque nosotros les digamos tontos simplemente. Eso es inverosímil. Igualmente es inverosímil que algunos policías cometan actos, más o menos delictivos, siguiendo instrucciones políticas de determinado partido, y por lo tanto tampoco eso lo encontrará en este relato. Si le invitan a un ojeo en la Encomienda de Mudela es totalmente inverosímil que aparezcan faisanes. Si le ha despertado la curiosidad, este relato es sencillamente real.
Los habitantes de la rectoría de Appleseed el rubio y elegante Quentin y su esposa Celia, ambos de muy buena familia, la bella e inteligente Diana, el bufonesco Keith, el ansioso y rico Giles se han dispuesto a pasar un fin de semana muy excitante en compañía de sus invitados, un trío de americanos que no sólo viajan, sino también duermen juntos. Hay drogas en abundancia y está previsto que se practiquen intercambios sexuales e intelectuales. Pero los jóvenes hedonistas no han contado con la intrusión de los «niños muertos», esos horribles grumos de realidad que todos se esfuerzan por ignorar, ni con un misterioso bromista oculto entre ellos y cuya idea de la diversión es curiosamente siniestra... «Una novela que se puede calificar de brillante sin lugar a dudas» (A. Garrido, Sur);.«A pesar de estar escrita en 1975, podría haber sido escrita ayer: tiene la marca del realismo sucio yanqui, del canibalismo italiano, de la literatura punk española (Wolfe y Mañas), si bien con la indudable maestría literaria que caracteriza toda la obra de Amis» (V. L. Mora, Diario Córdoba).
Puede que Keith Nearing esté pasando el verano de su vida. Ese verano fulgurante que todos guardamos en la memoria y que nos cambió para siempre. Tiene veinte años, y su novia Lily, tras tres meses de libertad para experimentar con otras costumbres y otros cuerpos, ha vuelto con él para que pasen juntos las vacaciones en un castillo en Italia. Porque es el año 1970, ya en plena revolución sexual, aunque no mucho tiempo después de que en Inglaterra entre la supresión de la censura a El amante de Lady Chatterley y la aparición del primer LP de los Beatles se empezara a follar. En el castillo, un grupo de jóvenes nadan a favor y en contra de las revueltas aguas del cambio. Las chicas se comportan como chicos, los chicos siguen siendo chicos, y la revolución sexual trae consigo la revolución feminista. Y en estas revoluciones, que no serán incruentas, Keith tiene varios frentes abiertos: seducir a Scheherazade, la hermosa amiga de su novia, que ese verano ha desplegado sus pechos y sus alas como un cisne, escalar y conquistar el canon de la literatura británica, y construirse a sí mismo, una imperiosa necesidad a los veinte años. Pero en los veranos fulgurantes también hay brillos más peligrosos que el del esplendor de los cuerpos, y un orden social que muere no deja un heredero sino una viuda embarazada, y entre la muerte de uno y el nacimiento del otro, mucha agua ha de correr... «La revolución sexual cobra ahora actualidad por gentileza de Martin Amis... Una novela que seduce mucho» (Miquel Molina, La Vanguardia). «Una de las novelas mayores de Amis» (Sergi Sánchez, El Periódico). «Una terriblemente divertida gran novela inglesa» (Rodrigo Fresán, ABC). «Amis es un genio narrador» (Alejandro Gándara, El Escorpión). «Amoral moralidad como las obras de su maestro Nabokov» (Javier Aparicio Maydeu, El País).