"En algún punto de la prisión, alguien gritó. Era un grito largo y penetrante que terminó con un gemido. El grito no penetró en el cerebro de Berner. El teniente estaba echado sobre la burda mesa, con la cabeza apoyada en los brazos. Pensaba en aquellas letras, unas letras grandes y doradas, artísticamente enlazadas. ¿Podían costarle el regimiento disciplinario? El 37º de Artillería o el 17º ¿Qué era el llamado regimiento de infrahombres de Dortmund? Individuos sobre los que había que escupir. El había despreciado a aquellos elementos criminales, indignos de respirar el mismo aire que los verdaderos soldados, pero dignos o indignos, aspiraba a entrar en los regimientos disciplinarios de Dortmund. Allí había alguna probabilidad. Se mostraría valeroso para dejarlos lo más pronto posible. Rápidamente, una carta al Inspector General de Artillería y también al Feldmarschall Keitel, el jefe del Ejército, que era artillero. Este no permitiría que un teniente de su arma muriese asesinado por unos infrahombres, Se rumoreaba que los miembros de los regimientos disciplinarios eran los encargados de las ejecuciones en Torgau. Este nombre le conmocionó como hubiese podido hacerlo un puño cerrado. ¡Torgau! Dios mío, ¿podía ser cierto? ¿Estaba verdaderamente en Torgau? El nombre que significaba el infierno, la tortura, la muerte. Estalló de nuevo en sollozos y se palpó los hombros. Sí, seguía siendo teniente y le fusilarían como teniente. Pero él no quería morir".
"Krug dio un respingo al oír la palabra Dirlewanger. Pese a que la brigada fuese Gekados, Krug y sus compinches sabían muy bien lo que quería decir. Era una brigada disciplinaria SS que tenía por única misión aniquilar por todos los medios a los partisanos que había en los grandes bosques alrededor de Minsk. Su jefe, el SS Brigadenführer Dirlewanger, era un antiguo presidiario que a causa de su brutal cinismo y de sus tendencias sádicas había obtenido el mando de aquella unidad. Su crueldad era tan grande que incluso Himmler y Heydrich habían exigido que se le sometiera a un Consejo de Guerra y se le condenara a muerte. La violación de las prisioneras polacas era el menor de los cargos que pesaban contra él. Pero aquel sádico asesino estaba bajo la protección del SS Obergruppenfürer Berger, quien, el 22 de Noviembre de 1941, había empleado más de una hora en convencer a Heydrich y Himmler de que era necesario tolerar al Brigadenführer Dirlewanger. Estos argumentos impresionan sobre todo a Heide, quien tenía las mismas teorías que Berger. Había que combatir el terror mediante el terror. Hasta su muerte, Heydrich siguió convencido de que la victoria pertenecería al que mejor utilizara la violencia".