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Coincidiendo con el bicentenario de George Sand reunimos en una edición íntegra la correspondencia entre George Sand y Alfred de Musset, además de la mantenida con Pietro Pagello, el médico que atendió a Musset en Venecia y acabó convirtiéndose en amante de George Sand; y el Diario íntimo de la escritora romántica, un texto de rara sinceridad que escribió tras ser abandonada por Musset, documento fundamental para ahondar en esa pasión que aún hoy sigue suscitando el interés de estudiosos, cineastas y amantes de la literatura. Acompaña la edición un apéndice documental y una cuidada selección de ilustraciones de la época.
Alfred de Musset no tuvo la menor duda al declarase públicamente «enfant du siècle», hijo del siglo, y sentirse por ello mismo aquejado de esa extraña y casi inefable dolencia, conocida como «mal du siècle», que presenta como síntomas, y como efectos, la melancolía, el pesimismo, la insatisfacción vital, la añoranza de tiempos perdidos y el deseo de una ilimitada pero imprecisa libertad. Lorenzaccio es, como su romántico creador literario, un hombre que se siente ufano de su innata condición de aristócrata. Sin embargo, no es posible ver en Lorenzaccio a un romántico apasionado, a un patriota fanático que lucha hasta dar la vida por las ideas que cree o por las personas que ama. A pesar de su fascinante personalidad, Lorenzaccio más que un héroe romántico es un antihéroe existencialista: una pasión inútil
Alfred de Musset nace a finales de 1810 en el seno de una familia de la pequeña aristocracia francesa. Según la tradición familiar, completamente falsa, descendían de Juana de Arco e incluso de la Casandra cantada por Ronsard. Esta tradición le haría mantener a Musset durante toda su vida el orgullo de su nombre y sus. Poesía y amor, amor por la literatura y sed de amor absoluto, irán asociados desde sus inicios en su vida y en su obra. Alfred de Musset y George Sand se conocieron a finales de la primavera de 1833. Él era idealista y libertino, melancólico y alegre, introvertido y cínico, con un porte aristocrático. Ella realista, de clase burguesa y con distinto sistema de valores y diversa manera de entender la literatura. Sin embargo, una simpática complicidad se crea entre ellos dando paso a una relación amorosa apasionada y dolorosa. El proyecto de «Confesiones de un hijo del siglo» nace con la separación de los amantes. El objetivo de Musset era realizar un homenaje a George Sand, pero la perspectiva del tiempo permite al autor meditar sobre su experiencia y encontrar una argumentación más general que se convierte en razón mítica: el dolor como prueba, como enseñanza providencial, que se transmite a los otros mediante la escritura.
Alfred de Musset (París, 1810-1857) desoyó las advertencias de su familia e inició su carrera literaria más atraído por la vida mundana que por los cenáculos de escritores ya que concebía la literatura como una brillante experiencia de sociedad. Su tempestuosa y extenuante relación con George Sand, continuamente interrumpida y reanudada, se descubre en LA CONFESIÓN DE UN HIJO DEL SIGLO (1836): Octave anticipa su propia destrucción ya que en él, como en los personajes centrales de Rolla y Lorenzaccio, el placer es punto de partida de su aniquilamiento y fundamento de una elección existencial. La vida de los personajes de Musset es tan seductora y efímera como su escritura, desvinculada de compromisos morales y políticos pero sujeta a la emotividad de las palabras y las fantasías. En LA CONFESIÓN DE UN HIJO DEL SIGLO, Octave, escéptico y desconfiado por un episodio amoroso desgraciado y años de disipación, conoce a Brigitte Pierson, una mujer mayor que él, sensible y devota. Después de poco tiempo de amor e incapaz de vivir la felicidad alcanzada, Octave duda de los sentimientos de Brigitte y la atormenta recelando deslices. Una y otra vez, él se arrepiente de su perversidad y es perdonado por Brigitte. Finalmente, Octave sospecha que ella está enamorada de un tal Smith, hombre honesto y modesto, e intenta asesinarla, pero Brigitte lo detiene y, en un momento de generosidad, él la deja marchar.