En Luna del suburbio y otros relatos, por primera vez se reúne toda la narrativa breve que se conoce de José Díaz Fernández, desde los cuentos y relatos que comenzó publicando en el semanario Asturias cuando contaba menos de veinte años, hasta aquellos que vieron la luz en la revista Estampa durante la primera mitad de los años treinta, pasando también por novelas cortas como El ídolo roto o Cruce de caminos. Aquí están el joven que imita con soltura a Valle-Inclán y el escritor seguro de sí mismo que aprovecha la novedad de las vanguardias para desarrollar su arte; el bisoño empapado por el paisaje del norte y el fino observador de ambientes más o menos cosmopolitas. Estas páginas muestran la evolución estética de un escritor que nace, crece, se consolida y finalmente, antes de la guerra civil, abandona la literatura de creación. José Díaz Fernández (Aldea del Obispo, Salamanca, 1898-Toulouse, 1941) es uno de los más destacados escritores sociales anteriores a la guerra civil. Con dos novelas -El blocao y La Venus mecánica- y un ensayo -El nuevo romanticismo- fue el encargado de guiar, práctica y teóricamente, a toda una generación que reaccionó contra la naturaleza juguetona y evasiva de las vanguardias propugnando la vuelta al hombre y su realidad cotidiana como protagonistas de la literatura. A esa nueva manera de hacer las cosas, que vertía las rompedoras ideas vanguardistas en los viejos odres del sentir romántico, él la llamó «literatura de avanzada». Trasladado de niño a Castropol, población del occidente de Asturias, escribió desde la adolescencia en los periódicos locales y en una revista de la emigración. A principios de los años veinte despunta como periodista en El Noroeste, de Gijón, por las crónicas que envía mientras sirve como soldado en Marruecos. En 1925 dio el salto a Madrid y su firma aparece en la revista Ondas, órgano de difusión de Unión Radio, poco antes de empezar a trabajar en la redacción de El Sol. Importante escritor y periodista, desde principios de los años treinta su labor literaria se vio relegada por su dedicación a la política. Se opuso firmemente a la dictadura de Miguel Primo de Rivera y fue diputado en dos ocasiones durante la Segunda República, de la que, con sus colaboraciones en publicaciones como El Liberal o El Diluvio realizó una tan militante como inteligente radiografía política e intelectual. Como tantos otros que perdieron la guerra civil murió, ligero de equipaje, en la soledad de un cuartucho miserable del exilio. Alfonso López Alfonso (Moncóu, Asturias, 1977) es licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y colabora habitualmente con reseñas, relatos y artículos en el periódico La Nueva España, en la revista Clarín y en otras publicaciones. Ha publicado la novela El aliento en la nuca (Llibros del Pexe, Gijón, 2006) y los libros de relatos de tono autobiográfico Camino de vuelta (Trabe, Oviedo, 2008) y El tiempo baldío (Impronta, Gijón, 2012). Se ha encargado también de editar a José Díaz Fernández en El cine y otras prosas de juventud (Ateneo Obrero de Gijón, 2011).
Este libro aborda la enrarecida atmósfera bélica que actualmente nos envuelve y nos empuja a contemplar cualquier empresa que debamos llevar a cabo como si se tratara de una peligrosa misión. Esta «cultura de la polémica» nos obliga a contemplar el mundo y sus habitantes como si fueran nuestros enemigos, basándose a la vez en la premisa de que, para conseguir una meta, lo mejor es desplegar una enconada actitud de oposición frente a todo y frente a todos. Hoy en día, la mejor forma de profundizar sobre un tema es organizar un debate, y la forma ideal de comunicar una noticia es encontrar portavoces que manifiesten opiniones extremas, pues ello significa presentar «las dos caras» del problema. Para resolver una discrepancia, es preciso litigar y situar a los oponentes frente a frente. Para escribir un artículo, lo mejor es empezar rebatiendo a algún autor. Y, para demostrar que se sabe pensar, parece indispensable criticar y atacar. Este tipo de enfoque puede funcionar en algunas ocasiones, pero no por norma general, pues aporta más problemas que soluciones. Así, nuestros debates en público se asemejan cada vez más a las disputas domésticas: en lugar de intentar comprender al otro, sólo pretendemos ganar la batalla. Y, de este modo, cada día se hace más necesario un tipo de polémica que exija la elaboración de argumentos a partir de los diversos puntos de vista y sin que medie la disputa, es decir, sin tener que recurrir a la agresividad. Deborah Tannen es profesora de Lingüística en la Universidad de Georgetown (Washington, D.C.). Además de escribir en publicaciones como Newsweek, Time, The New York Times o The Washington Post, es también autora de libros como ¡Yo no quise decir eso! o Género y discurso, ambos igualmente publicados por Paidós.