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Resultados de la búsqueda para: Pío Baroja
Publicada en 1911, El árbol de la ciencia (para el propio Pío Baroja «el libro más acabado y completo de todos los míos») es la obra en la que la técnica narrativa del novelista -el gusto por la sucesión ininterrumpida de acontecimientos, la abundancia de personajes secundarios, la hábil articulación de situaciones críticas, el impresionismo descriptivo, el rápido trazo de caracteres- alcanza su mayor eficacia, así como aquella en que, en palabras de Azorín, se halla «mejor que en ningún otro libro el espíritu de Baroja».
A ningún lector de Baroja se le oculta que la publicación de Miserias de la guerra es todo un acontecimiento literario, largamente esperado, sobre todo para aquellos de sus lectores, sean estos o no "barojianos", que, en los últimos años, han venido reclamando con impaciencia notoria su publicación.
Con solapas explicativas de Julio Caro Baroja. Continuación de LA BUSCA, en esta novela el autor carga un poco más sobre lo folletinesco. En MALA HIERBA se ajusta la tésis de la trilogía en la que se destacan, en contraste, el carácter vacilante de Manuel, metido en mil dificultades, sin demostrar nunca voluntad propia y el de Roberto, tenaz y movido aiempre por la idea de luchar, de luchar y vencer en la vida.
Compendio de los héroes barojianos que hacen de la acción el eje de su existencia, ZALACAÍN EL AVENTURERO (1909) se caracteriza por su voluntad enérgica, desprovista de motivaciones ideológicas, su amor por el peligro y su capacidad para salir triunfador en la lucha contra la adversidad y el destino. Situada en el marco histórico de la última guerra carlista, en ella las aventuras se suceden con rapidez cinematográfica y prevalecen de largo sobre las teorías y la reflexión. De capital importancia en la visión del mundo de su protagonista es el viejo Tellagorri, vagabundo astuto y vividor, antisocial y anarquista, quien le transmite su amor por la naturaleza y le enseña a ser fuerte por encima de todo. Como contrapunto a Martín Zalacaín, Pío Baroja (1872-1956) alza el odio enfermizo que le profesa Carlos Ohando, débil vástago de una familia hidalga, carlista fanático y sombrío, que envidia en su enemigo la fuerza y el éxito que a él le están vedados.
Escritas entre 1907 y 1911, en una época en que el propio Baroja consideraba que «estaba en el máximo de energía intelectual», las novelas La dama errante, La ciudad de la niebla y El árbol de la ciencia reflejan en gran medida la concepción del mundo y del hombre que tenía su autor. Ofrecen, en ese sentido, una excelente oportunidad para, con ocasión del cincuentenario de su muerte, conocer a uno de los narradores más brillantes en lengua española, que sedujo, entre otros, a escritores tan distintos como Ortega y Gasset, Antonio Machado, Camilo José Cela, Josep Pla, Ernest Hemingway y Juan Benet. La dama errante, que abre la trilogía, se inspira en el atentado perpetrado en la madrileña calle Mayor contra los reyes de España el día en que se casaron (31 de mayo de 1906), y que impresionó vivamente a Baroja porque conocía a varios de los que intervinieron en él. El doctor Aracil, que vive con su única hija, María, simpatiza un día con Nino Brull, un terrorista catalán. Tras cometer el atentado, Nino Brull busca refugio en casa del doctor. La policía busca al doctor por sus conexiones con el terrorista, y Aracil y María huyen a Portugal, desde donde partirán a Inglaterra.En La ciudad de la niebla, Baroja retoma las andanzas del doctor Aracil y su hija María. Instalados ya en Londres, padre e hija permanecen unidos hasta que el doctor se casa con la señora Rinaldi, una viuda sudamericana. Tras la boda, María lucha en soledad por abrirse camino en la dureza de la vida londinense.La tercera novela, El árbol de la ciencia, es la más autobiográfica de cuantas escribió Baroja y también la más conocida. Narra en ella la vida de Andrés Hurtado desde el comienzo de sus estudios de medicina. El menor atisbo de felicidad asoma en su existencia vulgar: una facultad agria, una familia poco afectuosa y unos amigos nada generosos. Su propia profesión le sirve para odiar más a los hombres, y sólo junto a Lulú, una muchacha atrevida y que rebosa ternura, encuentra Andrés cierta felicidad.