Pues he aquí que por fin la Iglesia, nuestra Madre, habla. Y hace tremolar ante nuestros ojos una bandera con los colores del Evangelio, que son los colores de la aureola del Padre Tiburcio Arnaiz. Su figura es plenamente actual, con toda la actualidad que tiene, en esta época nuestra de naturalismo práctico y de enfriamiento de la caridad en todos los órdenes, la figura de un apóstol libre, paladín de la verdad y movido de una parresía tan insobornable como envuelta en la mansedumbre aprendida del Maestro divino.