Pablo no es el fundador del cristianismo ni un converso ferviente del judaísmo, como se ha dicho frecuentemente. Tampoco afirmó que Jesús sustituyera a la Torá. Pablo, argumenta convincentemente Pamela Eisembaum, continuó siendo un judío piadoso que creía que Jesús uniría a los judíos y a los paganos, y cumpliría el plan universal de Dios para la humanidad. Fruto de una meticulosa investigación, este libro constituye una contribución muy necesaria para corregir las ideas erróneas sostenidas por cristianos y judíos, tanto liberales como conservadores.
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