En tiempos de Pablo, Roma ya había llevado a cabo una sólida unificación política en el Mediterráneo. Pablo, de algún modo, se benefició de esa incipiente unificación del mundo: se sirvió de la lengua griega, aprovechó la red viaria, la unidad administrativa y la múltiple globalización para anunciar el mensaje de Jesucristo. Pablo es, por tanto, el primer gran comunicador del cristianismo, y también el más ambicioso: ningún otro misionero del cristianismo primitivo se puso metas tan lejanas en su misión evangélica. Gracias a su labor, el cristianismo alcanza una dimensión verdaderamente universal. De todo ello trata este libro, que, haciendo referencia a la Sagrada Escritura, recorre la vida de Pablo y su misión comunicadora.