Hubo una época, hace más de 100 años, en que el ciclismo era un deporte de masas en Estados Unidos que llenaba velódromos con miles de espectadores y páginas de periódicos con centenares de crónicas entusiastas. La gran estrella de aquella Fórmula 1 a pedales era un menudo y jovencísimo muchacho negro: Marshall Walter Taylor, más conocido como Major Taylor. A lo largo de su carrera deportiva Taylor tuvo que luchar en dos frentes al mismo tiempo: el de las pistas y el de la batalla contra la discriminación. Se retiró a los 32 años, en la cima de su plenitud física pero desgastado por la tensión mental y la extenuación que le provocaba tener que luchar contra el monstruo del prejuicio racial, tanto dentro como fuera de las pistas. En la mayor parte de mis carreras no solo luchaba por la victoria, sino por mi propia vida e integridad física, explica en estas sus memorias, editadas por primera vez en castellano. Tal era el odio que le profesaban muchos de sus rivales blancos, incapaces de aceptar que un darkey (negrito) los superara una y otra vez. Orgullo contra prejuicio: esta es la fórmula, el combustible que impulsó a Major Taylor hacia la cumbre del éxito deportivo, la fama mundial y la riqueza.