Al morir su madre, Oliveri, un joven de buena familia, da un peculiar uso a la herencia: compra un deportivo e inicia un viaje por Europa. Se marcha de pronto, sin previo aviso y, a través de una serie de cartas dirigidas a un corresponsal imaginario, explica los motivos de su imprevista decisión. Es por una parte una huida del pasado o, más exactamente, del pasado de su clase social. pero huye también de un futuro no deseado, incluso temido. Es, en suma, una búsqueda de sí mismo por el camino de la duda, el placer desenfrenado... y quizá la locura. Una locura en todo caso lúcida, que no le impide retratar la sociedad de su tiempo con ironía y perspicacia.