Culminaba el canónigo cántabro Manuel de la Bárcena, al ser elegido vocal de la Regencia del Imperio Mexicano, una extraña carrera al servicio de la Monarquía católica en la que había transitado de una encendida defensa de su unidad, tanto en la versión absolutista-imperial como en la constitucional-nacional, a protagonista de su disolución como miembro de la Junta Provisional Gubernativa y firmante del Acta de Independencia del Imperio Mexicano. El interés de su obra, sermones y el manifiesto sobre la independencia de México, no descansa tanto en su calidad literaria y/o intelectual como en mostrarnos las dudas y vacilaciones de los hombres de poder en el complicado momento del colapso de la Monarquía católica y su transición a un sistema de estados-nación, con la sustitución de la soberanía dinástico religiosa por la nacional.