Fabián Isunza, protagonista de Obra negra, es invitado a viajar desde ciudad de México, en donde vive, a Chihuahua por un secretario gubernamental, quien pretende establecer relaciones sexuales con él. Alfredo Espinosa utiliza este pretexto para hablar de la perversión del poder, de todo tipo de poder. Su novela es un reflejo de las construcciones casi perversas de las que se vale el ser humano para obtener algo que denomina «triunfo». Fabián Isunza, personaje central, encarna esta oscuridad propia no solo de México, sino de cualquier país del orbe. «Las relaciones sexuales» expuestas en su peor crudeza por Isunza, reflejan el inminente desmoronamiento del mundo: no es el espejo de Demócrito de Yourcenar, no la alquimia, sino la voz como testimonio directo de las oscuras debilidades humanas: dominar al otro, joderlo por enfrente, por detrás, por encima o por debajo, son la metáfora de que no hay distinciones en estas cualidades de la perversión, pega a todos y por todos los frentes, sea la deshonestidad, el vacío, la soledad, la desacralización del cuerpo, como vehículo degradado por el ansia desmedida del hombre en el logro de sus fines. La fragmentación, el sometimiento del ser vía el cuerpo, el dolor y la rabia implícita son algunos de los temas que aborda Espinosa en este libro. Aquí, el amor trágico de Fabián Isunza da origen a un drama cuyo asunto es el no reconocimiento de la esencialidad de la vida, la ceguera, la negación, el deseo de acabar con acaso algo de lo bueno que pueda aún existir en el otro.