Lo que identifica esta edición del Nuevo Testamento es el apellido interconfesional. El ser «interconfesional» la hace aceptable a todas las confesiones, le abre luz verde para circular con libertad, sin desconfianza alguna, por todas las Iglesias cristianas. Es fruto de una decisión acordada conjuntamente por la Conferencia Episcopal Española y las Sociedades Bíblicas Unidas. Un nutrido grupo de especialistas en Sagrada Escritura, católicos y protestantes, trabajaron en la elaboración de este Nuevo Testamento. La traducción se ha ajustado siempre a las «Normas conjuntas del Secretariado para la Unión de los Cristianos y la Alianza Bíblica Universal» y a las posteriores directrices prácticas dictadas por la Federación Mundial Católica para el Apostolado Bíblico y las Sociedades Bíblicas Unidas. Este Nuevo Testamento es, pues, el fruto de un largo proceso de confluencia y de encuentro en la Palabra de Dios; y por esto mismo, un hecho relevante en el curso de las relaciones ecuménicas actuales, particularmente, del diálogo teológico, que no ha de pasar inadvertido para cuantos sienten en su interior el anhelo de la unidad de los cristianos.