Un abecedario que traza un fino retrato de la sociedad rusa. Diciembre de 1991 supuso el fin de la URSS, la Rusia inventada por los bolcheviques: en un abrir y cerrar de ojos desapareció la realidad que el país conocía. Se acabaron la cortina de acero, los ideales socialistas, la penuria crónica
emergió una sociedad abierta, de contrastes, las calles cambiaron de aspecto, las palabras de sentido, terminó la animosidad ante Occidente y, de puertas adentro, una mezcla de autogloria y resentimiento que dice mucho sobre la dificultad para reinventar Rusia. Raros son los que consiguen tender una pasarela sobre el abismo que separa la URSS de esta nueva Rusia, pasado y presente, dando sentido a uno y otro. Katia Metelizza (1968) ocupa un lugar privilegiado entre ellos. La identidad de la cultura rusa ¿de qué está hecha? La autora tiene el don de recuperar esos detalles de la vida cotidiana que a primera vista parecen frívolos o prosaicos pero que en realidad dicen más sobre la mentalidad, las tradiciones, las relaciones sociales de los rusos que los mejores analistas internacionales. Cada una de las veintiséis historias presenta con humor y finura una faceta de la nueva Rusia, creando un verdadero panorama de la sociedad postsoviética. Katia Metelizza reinventa el alfabeto ruso para el mayor placer de sus lectores: A de Aterrizando, B de Bol de sopa,
Z de Zebra.