Luis Campos Górriz nace en Valencia el 30 de junio de 1905. Su vida trascurre en su tierra en medio de una aparente cotidianidad: la escuela, la universidad, las asociaciones de estudiantes, las oposiciones, el ejercicio profesional. Morirá en Paterna, en 1936, fusilado, siendo Secretario General de la Asociación Católica de Propagandistas. El 11 de marzo de 2001 es beatificado en la plaza de San Pedro, en Roma, junto a otros 232 mártires valencianos. Este libro es la reedición del que su compañero Roberto Moróder Molina escribió en 1954 con el título Vida y ejemplo del mártir Luis Campos Górriz. Al hacerlo, la Asociación Católica de Propagandistas se hace eco, en estos albores del siglo XXI, de las palabras del que fue su Presidente, Fernando Martín-Sánchez, cuando, en medio de las desoladoras noticias que llegaban de los Centros de la Asociación sobre la suerte corrida por los propagandistas en la contienda civil, decía «ellos, enteros hasta el fin, apóstoles de Cristo y amantes de España, acaso cayeron con el dolor de que sus palabras postreras y su último gesto serían siempre ignorados de los suyos. No; para que así no sea, quedamos nosotros. Con el favor de Dios, no se perderá ni un ademán».
Luis Campos Górriz nace en Valencia el 30 de junio de 1905. Su vida trascurre en su tierra en medio de una aparente cotidianidad: la escuela, la universidad, las asociaciones de estudiantes, las oposiciones, el ejercicio profesional. Morirá en Paterna, en 1936, fusilado, siendo Secretario General de la Asociación Católica de Propagandistas. El 11 de marzo de 2001 es beatificado en la plaza de San Pedro, en Roma, junto a otros 232 mártires valencianos. Este libro es la reedición del que su compañero Roberto Moróder Molina escribió en 1954 con el título Vida y ejemplo del mártir Luis Campos Górriz. Al hacerlo, la Asociación Católica de Propagandistas se hace eco, en estos albores del siglo XXI, de las palabras del que fue su Presidente, Fernando Martín-Sánchez, cuando, en medio de las desoladoras noticias que llegaban de los Centros de la Asociación sobre la suerte corrida por los propagandistas en la contienda civil, decía «ellos, enteros hasta el fin, apóstoles de Cristo y amantes de España, acaso cayeron con el dolor de que sus palabras postreras y su último gesto serían siempre ignorados de los suyos. No; para que así no sea, quedamos nosotros. Con el favor de Dios, no se perderá ni un ademán».