´En España o se es católico o no se es nada´ decía Franco muy convencido, lo que dejaba ciertamente muy pocas salidas. Así que No estés eternamente enojado es un minucioso e irónico fresco de la educación religiosa del autor quien, buscando salidas y respuestas propias de la edad, sólo recibía a cambio la verdad pétrea de los dogmas. La Historia Sagrada enfrentada a la clase de Ciencias Naturales o de Física daba lugar a grotescas contradicciones: el Diluvio Universal frente a Darwin, o el brazo incorrupto de santa Teresa ante Yuri Gagarin, el primer astronauta. Con hilarantes recuerdos y utilizando los mismos libros de texto y obritas piadosas de su adolescencia, el autor construye una sátira descreída que arranca con el Dios eternamente enojado del Antiguo Testamento, sigue con aquellas exageradas truculencias propias de la religión que metían tanto miedo, hasta llegar a la actualidad, en que no parece que las cosas hayan cambiado mucho. Con todo, No estés eternamente enojado no se queda en lo meramente anecdótico, sino que es también una revisión crítica de los fundamentos que sostienen las creencias religiosas, y una defensa del laicismo entendido como el abandono de esa pesada carga de prejuicios, culpa y miedo para llegar a ser un ciudadano emancipado del rebaño.