La neurociencia ha incrementado nuestra comprensión de cómo los estados y los procesos mentales se realizan en el cerebro. Este nuevo poder plantea cuestiones éticas. La aproximación a la neuroética defendida por Neil Levy mantiene que gran parte del nuevo poder que nos da la neurociencia guarda una inequívoca continuidad con las posibilidades de manipular la mente que ya teníamos anteriormente, si bien estas se han ampliado hasta afectar a todo tipo de decisiones sociales, políticas y éticas.