El campo, el medio rural, vive desde hace años un lento pero acusado declive. Numerosos factores y circunstancias parecen haberse aliado en tal sentido. La despoblación se ha adueñado de su antes exultante paisaje como un manto de tristeza que todo lo envuelve. Sin embargo, y como muestra quizá de una rebeldía que obedece sin duda a profundas razones, un puñado de poetas más y menos jóvenes han confluido para rendir tributo a un orbe que se resiste a fenecer. En su obra cobran vida oficios ya arrumbados, personajes y tipos humanos de otro tiempo, animales en trance de desaparición... Todo un universo de estampas, sensaciones y anhelos que amagaban con despedirse para siempre pero que reverdecen laureles en poemas de rara belleza. El presente volumen recoge una perdurable antología de esos artistas "neorrurales". Ocho poetas de tres generaciones distintas que evocan en sus versos la prosodia de un mundo que hunde sus raíces en nuestro más fecundo acervo. Frente a la deshumanización que conlleva el imperio de las nuevas tecnologías y la expansión inexorable de las grandes urbes, este ramillete de creadores propugnan un vívido retorno a los orígenes y declaman un vibrante alegato por un espacio que conforma mucho más que una memoria sentimental y afectiva. "Nuestros campos se han quedado cada vez más solos, y cuando las golondrinas, los vencejos y las tórtolas los sobrevuelan ahora anidan en cortijos abandonados, con sus tejados hundidos y las paredes semiderruidas, o se posan en olivos apartados y aparentemente ensimismados. Y, a pesar de todo, la belleza de lo rural sigue indemne porque su viva imagen nunca ha desaparecido". PEDRO M. DOMENE