No ha sido la única, pero sí una de las más despiadadas y completas limpiezas étnicas de la historia contemporánea: los colonos sionistas establecidos en Palestina, tras una más que dudosa declaración de la ONU, derrotaron en 1948 a los ejércitos árabes y expulsaron manu militari a la mayoría de los pobladores ancestrales de lo que hoy es el estado de Israel. A ello siguió un brutal memoricidio: se arrasaron las aldeas y sobre sus ruinas se plantaron bosques (de estilo europeo, tierra de origen de muchos de los colonos sionistas y, desde luego, de su élite), se hebraizó la toponimia, sustituyendo los nombres de las poblaciones por otros, en muchos casos pretendidamente bíblicos, se destruyeron los archivos palestinos y se reescribió la historia para borrar la memoria de la gente que había vivido, trabajado y sufrido allí durante casi mil quinientos años. Esta obra de Nur Masalha expone con escalofriante rigor las características y dimensiones de la total devastación a que se sometió a los palestinos, sus bienes y su historia. Pero también muestra y analiza la resistencia cultural, a través de la reivindicación de la historia propia convertida en historia de los «condenados de la tierra» basada en testimonios orales, muchas veces con significativos componentes de género. Ello la convierte en una llamada a la conciencia universal, una denuncia de los horrores del etnicismo nacionalista, transfigurado en «identidad asesina», y en el acta de existencia de un pueblo que se niega a abandonar su puesto en el mundo.