En el País Vasco se ha venido produciendo un hecho paradójico, pues en ciertos momentos mientras una estructura de comunicación se extiende (el castellano) reemplazando progresivamente a otra (el euskara) como vehículo de comunicación, los actores sociales se empeñan en recuperar como medio de intercambio comunicativo aquella estructura que está en retroceso. Este fenómeno sólo es explicable si tenemos en cuenta las relaciones que se establecen entre la función comunicativa y la función participativa o simbólica de la lengua por un lado, y, por otro, la influencia que sobre la dimensión instrumental ejerce la dimensión valorativa de la lengua. Con el proceso de institucionalización política en el posfranquismo, la lengua va adquiriendo una creciente autonomía y, al mismo tiempo, los agentes políticos y lingüísticos necesitan redefinir su espacio en la nueva situación.