Sin rehuir en absoluto el pensamiento complejo y dejando muy claro cómo nuestra orientación sexual determina gran parte de lo que acontece en nuestras vidas, este texto discute de manera muy detallada sobre los procesos políticos y culturales que, en el marco de la globalización, llevan a que culturas distintas puedan dialogar entre sí. El autor pretende, en primer lugar, entender por qué conectar con la música pop procedente de Estados Unidos no se contradice en absoluto con los valores construidos por la Revolución cubana y, en segundo, al terminar ese recorrido, descubrir eventos musicales protagonizados por grupos estadounidenses en La Habana que se convierten en un espacio privilegiado para el análisis. A modo de ejemplo, no es casual que la música cubana estuviera presente en la cena que Raúl Castro organizó en el Palacio de la Revolución para recibir a la familia Obama en su visita a la isla en marzo de 2016.