Durante muchos años este volumen llevó el título de Mundo es, inspirado en la Celestina. Pero unos meses antes de entrar en astilleros pasó a ser El buen suceso, hasta que, en el último minuto, recuperó el suyo primitivo. Si se observan atentamente, los títulos de todas y cada una de las veintiuna entregas de este Salón de pasos perdidos han sido variaciones sobre un mismo tema, y no es infrecuente que se hayan cambiado durante el proceso de escritura o corrección, sin que importe mucho, porque tratan de recoger el propósito con que fueron escritas, siempre el mismo: relatar la vida de una manera más o menos curiosa, sin destruir las sombras, y al revés, ocuparse de las sombras, llegado el caso, sin destruir la luz a cuyo lado existen. Horas non numero nisi serenas («Sólo marco las horas apacibles») es el lema o leyenda de un reloj de sol. El espejo que se ha paseado por los caminos en estos libros es en realidad como ese viejo reloj, y su autor, alguien que querría que se reflejaran en ellos sólo hechos apacibles, aquellos que, pasados los años, hubiera querido revivir. Called back («Me piden que regrese») escribió Emily Dickinson a una de sus primas poco antes de morir, y esas son las dos palabras que, a modo de epitafio, figuran en su tumba. Descritos de ese modo, los adioses, convertidos en bienvenida, no duelen tanto. Called back: este es el buen suceso, el reencuentro del pasado y el futuro en un presente sucesivo («mundo es, pase, ande su rueda, rodee sus alcaduces, unos llenos, otros vacíos»), más allá de tristezas y alegrías, de felicidad y desventura. La secreta esperanza de reunirnos con algo o alguien querido. Como también se ha reiterado en estos libros: «Vive de tal modo que tu muerte sea una injusticia». Y así, las cosas que acontecen conforme al arte, a ciencia y conciencia, nunca dejan de estar aconteciendo, tal y como sucede con las horas serenas. Todo lo demás no existe. Quiere decirse que lo demás queda fuera de estos libros, detrás de un cielo encapotado que hace del mundo un lugar plomizo e irrelevante, sin luces ni sombras. Andrés Trapiello nació en 1953 en Manzaneda de Torío, León. Desde 1975 vive en Madrid. Es autor de las novelas La tinta simpática (1988), El buque fantasma (1992), La malandanza (1996), Días y noches (2000), Los amigos del crimen perfecto (2003), Al morir don Quijote (2004), Los confines (2009), Ayer no más (2012) y El final de Sancho Panza (2014); de un libro sobre el maquis en Madrid, La noche de los Cuatro Caminos (2001), y de un diario titulado Salón de pasos perdidos, del que lleva publicadas, con esta, veintiuna entregas, aparecidas todas ellas en la editorial Pre-Textos. Como ensayista ha publicado, entre otros, Las vidas de Miguel de Cervan tes (1993), Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-1939) (1994, 2010), Los nietos del Cid. La nueva edad de oro (1898-1914) (1997), El arca de las palabras (2006) e Imprenta moderna. Tipografía y literatura (1874-2005) (2006). Es autor asimismo de una traducción del Quijote al castellano actual (2015). Sus cuatro primeros libros de poemas se han reunido en Las tradiciones (1991), volumen al que siguieron Acaso una verdad (Pre-Textos, 1993), Rama desnuda (2001), Un sueño en otro (2004) y Segunda oscuridad (2012).