MUJERES PENSADORAS: CIENTÍFICAS, HEREJES Y HETERODOXAS es el tercer libro que la autora dedica a diversas damas de los siglos XV al XVII. De este modo, según apunta en la Introducción, busca ofrecer una visión de la evolución de la mujer: si en la primera obra se refirió a eruditas que se empaparon de la sabiduría de los clásicos; en la segunda, a las que decidieron, al igual que los hombres, vivir la acción; en ésta, la mujer ya no emula a otros ni aprende de ellos sino que "se atreve a pensar de modo independiente. Es docta, indomable y sobre todo intelectual, especulativa, pensadora." Usando una estructura clara y ágil, nos demuestra, una vez más, que la mujer de entonces no fue el estereotipo de sumisa, ignorante y hogareña que equivocadamente podamos suponer, y vuelve a hacer justicia histórica a todas aquellas grandes mujeres. La obra se centra en las vidas de Sor Luisa de la Ascensión, "La Monja de Carrión", defensora del Dogma de la Inmaculada Concepción; María de Cazalla, predicadora y erasmista; Lucrecia de León, oniromante y visionaria; Blanca Méndez de Rivera y sus cinco hijas criptojudías; Oliva Sabuco de Nantes, médica y filósofa; y Elena de Céspedes, la primera mujer cirujano. "Todas tienen en común que en algún momento atrajeron la atención del Santo Oficio. Pensar era expuesto pero ellas desafiaron el peligro y todavía algunas de sus teorías enriquecen nuestro acervo común, y si sus especulaciones, a la luz del tercer milenio, han quedado obsoletas, al menos nos queda, fresco y vivo, el ejemplo indomable de su valor". Las biografías están ampliamente documentadas con gran rigor histórico, y así comprender mejor sus vidas dentro de los distintos ámbitos sociales, políticos y culturales en los que se desenvolvieron. En ocasiones, incluso vemos que algunas de estas mujeres se adelantaron a su tiempo con su forma de pensar que, sorprendentemente, nos resulta muy actual. Por ejemplo, la médica Oliva Sabuco de Nantes, entre otros logros, defendió la influencia que el alma -y sentimientos como la esperanza, la alegría y la armonía- ejerce sobre la salud y el bienestar y afirmó: "la mejor medicina de todas está olvidada: la palabra".