Los avances de género que se lograron durante la Segunda República pusieron a la mujer en la órbita de lo público, lo que propició su liberación de la tutela del padre, esposo o hermano, para convertirse en un ente personal representativo en sí mismo, que se culminó con la obtención del sufragio, con lo que la mujer votó por primera vez en unas elecciones donde se elegían sus representantes para cargos públicos, lo que la llevaba a equipararse a sus compañeros del género masculino.Todos estos cambios se truncaron con la derrota en la Guerra Civil, que la llevó de nuevo a su eterna reclusión en el ámbito de lo privado, con sus correspondientes tutelas en todos los ámbitos de la sociedad como resultado de la sublevación militar del verano del 1936. El fin de la democracia republicana, también supuso la prisión y el escarnio público para todas aquéllas que habían protagonizado el avance hacia una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres, entre detentadores de los medios de producción y clases desfavorecidas y, en definitiva, entre personas de distinta condición social.La represión ejercida contra estas mujeres es lo que pretendemos aportar en este trabajo al tiempo que ponemos sus nombres con mayúsculas en la historiografía almeriense, reflejando sus padecimientos y sus circunstancias personales durante su procesamiento y cautiverio. Una época de penas, maltratos y solidaridad, por las cárceles franquistas, cuando no el escarnio público o, peor aún, a veces el piquete de fusilamiento.