En América Latina, como en Europa, la fuerte y excluyente orientación androcéntrica de la filosofía en el desarrollo de sus tradiciones centrales ha llevado a una relación tensa, molesta y profundamente asimétrica con la mujer. La filosofía aparece como un continuado «monólogo masculino» en el que la mujer apenas si puede intervenir. De esta «relación difícil» entre mujer y filosofía habla este libro con la finalidad de mostrar la injusticia de este proceso. Para ello analiza en su primera parte la imagen de mujer que han sostenido y propagado importantes filósofos latinoamericanos, sobre todo de los siglos XIX y XX.
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