La aparición en 1989 de "Mitos y utopías del Descubrimiento. Colón y su tiempo" representó para los estudios colombinos una bocanada de aire fresco. Juan Gil, que ya contaba entonces con una amplia obra escrita dedicada a los textos latinos hispanos, se adentraba en el océano desconocido de los antiguos por la singladura de las ensoñaciones que mecieron la imaginación de Cristóbal Colón. Se trataba pues de comprender las motivaciones que impulsaron su empresa y le acompañaron hasta el final de sus días dentro de la racionalidad posible del mundo de ideas que compartió la generación de Nebrija. Mientras veían la luz consecutivamente "El Pacífico" y "El Dorado" que completaron la portentosa trilogía del latinista que este volumen inició, se hacía justicia, por fin, a un tema capital en la historia de la cultura que nunca había sido tratado de manera monográfica: el sistema de mitos de la era de los descubrimientos. El retablo de seres portentosos, riquezas inagotables y naturalezas exuberantes que aguijoneó la voluntad del descubridor quedaba, pues, concluido y ha resistido sin envejecer el paso de tres décadas de estudios convirtiéndose en un texto de referencia para los especialistas y en un libro muy buscado por los amantes de la literatura de viajes. Reúne la trilogía del profesor Gil algunas virtudes de esos títulos inclasificables que se aúpan al pedestal de los clásicos nada más ver la luz. El insobornable rigor intelectual que estimula desde la primera página al lector. La prosa diáfana, culta, sin afectación, que allana el terreno y lo hace transitable. La armadura aleve, apenas insinuada, de sus capítulos que honran el decurso mental de Colón, implicando al lector inteligente en el fascinante laberinto de su conciencia. Y por encima de todo: la fuerza de la idea que recorre sus páginas. La novedad luminosa de una interpretación que redescubrió al descubridor de las Indias situándolo en la encrucijada entre la herencia verificada y la experiencia imaginada.