El filósofo John Gray argumenta que las ideas que estructuran y dan sentido a nuestras sociedades –principalmente la idea de progreso–, en realidad son una continuación de la estructura de pensamiento religioso. Paradójicamente, la puesta en práctica de utopías que producirían una especie de paraíso en la tierra es parcialmente culpable de algunas de las mayores calamidades contemporáneas, como lo demuestra el caos producido en Oriente Medio por invasiones llevadas a cabo con el fin de «exportar» la democracia. Como resultado, lejos de vivir una época en donde las ideologías ya no determinan nuestra existencia, es posible que, al negar su impacto real, nos encontremos bajo su dominio como nunca antes en la historia de la humanidad.