En las últimas décadas, la historiografía española ha abordado en profundidad los distintos aspectos de la represión franquista durante la guerra y la inmediata posguerra, pero no así —o no suficientemente— la ejercida por el régimen en otras etapas de su desarrollo. Como consecuencia, ha podido prosperar una falsa imagen del mismo, una vez superados los peores excesos del comienzo, como una especie de «dictadura benévola», paternalista y desarrollista, que incluso habría preparado la futura transición mediante una serie de reformas liberalizadoras iniciadas ya en la segunda mitad de la década de los cincuenta o desde comienzos de los sesenta. Este libro pretende, entre otras cosas, deshacer esa imagen mediante el acercamiento a la represión ejercida contra la disidencia política, particularmente la comunista, en un período (1956-1963) en el que la oposición antifranquista comenzaba a recuperarse y la dictadura necesitaba adaptarse a nuevas formas de legitimación interior y sobre todo de reconocimiento exterior, en el contexto de los primeros pasos del proceso de unificación europea al que el régimen, movido por motivaciones económicas más o menos acuciantes, pretendía incorporarse. La readaptación del aparato represivo a los nuevos brotes de movilización social se analiza aquí a través de sus distintas manifestaciones, desde los mecanismos de imposición del miedo y el control político y social hasta las detenciones, la violencia policial y la tortura, los consejos de guerra o el sistema carcelario. Lejos de entender este proceso como mera aplicación unidireccional de una política preventiva y punitiva ejercida desde arriba, el estudio dedica especial atención a las resistencias, las experiencias acumuladas y los recursos puestos en marcha en la lucha clandestina. Incorpora, por tanto, las pertinentes consideraciones acerca de la eficacia o los efectos ambivalentes de la represión, la interiorización de la misma en las culturas militantes y una breve aproximación a la sociología de las víctimas. Todo ello con el uso abundante de informes, relatos y testimonios personales conservados en los archivos (especialmente el del pce), que permiten presentar la lucha antifranquista como una historia hecha de miles de historias, trenzada con miles de nombres que contribuyeron, con su esfuerzo y elevados costes personales, si no a derribarlo, al menos a debilitar e imposibilitar la perpetuación de un régimen que no renunció jamás a sucederse a sí mismo y, fiel a sus orígenes, siguió practicando la violencia y la brutalidad contra sus enemigos hasta su misma desaparición.