Taciturno y solitario, David deambula por los fríos pasillos y escaleras del internado al que acaba de llegar hace unos días. En la desesperación que siente al comprender que sus padres no pueden visitarle durante el fin de semana, sale al exterior y se sienta en un frío banco del recinto. Una lágrima de nostalgia se abre paso en la mejilla del chico y solo entonces advierte la presencia del desconocido que acaba de acercarse a él. Después de una breve y misteriosa conversación, el pequeño regresa al interior del edificio, mientras el extraño se despide con una sonrisa. Aquel encuentro cambiará la vida de ambos para siempre.