Esta obra a pesar de sus 10 años de "vida" mantiene intacta su inmensa capacidad de provocación. ¡Las dosis de frustración y de fracaso que se ahorrarían los estudiantes si se tuvieran en cuenta las agudas consideraciones de este pequeño pero denso libro! Cuánto resentimiento hacia la música lograríamos evitar. Qué contraste las propuestas de Eskelin con las elucubraciones casi algebraicas que muchos estudiantes de "harmonía" realizan a base de papel y lápiz. Qué impresionante mejora podría producirse en la afinación tanto de cantantes como en las corales o en los instrumentistas y grupos de cuerda. Parece mentira lo poco que ha avanzado la pedagogía de la música, anclada desde tiempo en la idolatría de las escalas, en el desprecio de la sensorialidad, en la sobre valoración de la notación (por encima siempre de la percepción) y sometida a la tiranía del "pensamiento único" representada por el temperamento que en su versión mayormente electrónica, ha conseguido colonizar las más remotas etnias y nos sigue azotando sin piedad desde las odiosas "melodías" de los inevitables teléfonos móviles: ¿Qué habremos hecho para merecer tanto castigo?