Laura Junot conoció a Napoleón desde su infancia y le ayudó en los años de dificultades en que era estudiante en la Escuela militar. Se casó a los dieciséis años e inició una activa vida de sociedad que hizo célebre su salón de París. Tras la caída del emperador, la necesidad económica la impulsó a escribir, incitada a ello por su amante, Honoré de Balzac. Publicó algunas novelas y alcanzó un gran éxito con estas Memorias, consideradas como una obra maestra del memorialismo. Murió en 1838 en la mayor pobreza. De las páginas de estas memorias surge un retrato de Napoleón directo e íntimo, que sigue al personaje a lo largo de todo su vida, en las sucesivas etapas de estudiante pobre, joven oficial, general victorioso, cónsul y emperador. Pero el valor de la obra se basa también en la vivacidad con que describe la sociedad francesa de estos años y en su visión crítica y desenfadada de la corte imperial, en unas páginas que deben probablemente buena parte de su mérito a la colaboración que le prestó Balzac, que comenzaba por aquellos años la gran empresa de «La comedia humana».