En la Ilustración, mientras las imágenes de don Quijote y Sancho resurgen, la melancolía ira conquistando su corazón y su escritura. La amenidad poética de los campos arcádicos –herederos de Horacio y de Ovidio, al modo de Garcilaso o fray Luis– dejará paso entonces a una realidad trágica, en destinos que abocan al destierro o llevan a las penas de cárcel, así como a la enfermedad o hasta la muerte. También a la lectura y a la escritura.