El ingrediente clave de la vida feliz es, sin duda, la alegría. Tanto es así que, por muy afortunadas que sean nuestras circunstancias, si ella nos falta permanecemos insatisfechos. Se comprende, pues, que el fin último de casi todas nuestras iniciativas sea sentirnos alegres y que en el mercado circulen infinidad de ofertas que prometen cumplir dicho anhelo. En medio de tal vorágine, estas páginas nos invitan a tomarnos un tiempo para meditar sobre las fuentes de la verdadera alegría. Esta, en contraste con los engañosos planteamientos hedonistas y con el estéril individualismo que hoy prevalecen, asume el sufrimiento, reclama nuestra activa colaboración y revierte en servicio a los demás, permitiéndonos recuperar aquella imagen y semejanza divinas que recibimos con nuestro primer latido.