La tarea de un historiador no consiste en emitir juicio de valor acerca de los acontecimientos pasados sino en tratar de explicarlos incluyendo sus causas y sus efectos. Que el lector pueda de este modo descubrir dónde están los aciertos y errores que forman parte del patrimonio por él recibido, es el mejor servicio que se le puede prestar en esa tarea de construir el futuro, en la que de algún modo todos nos hallamos implicados. [...] De este modo se puede llegar a formar una conciencia histórica imprescindible para proyectar el futuro. España es una de esas cinco naciones que constituyen Europa a la que, durante un milenio se la denominó precisamente Cristiandad. No es extraño que tengamos que estudiar a fondo nuestro propio país ya que junto con los otros cuatro pudo crear esa forma de cultura que llegaría a situarse en la primera línea siendo, en muchos aspectos, modelo para las demás. [...] Las terribles experiencias vividas en el siglo XX, el más cruel de la Historia, obligan a plantearse una revalorización clarificadora de lo que significa la europeidad, cuya herencia ha sido recogida mientras a ella se la apartaba. Para ello debemos retornar a sus raíces, que es lo que aquí vamos a intentar y, también, devolver al saber histórico (Geschichte) su misión de estudiar el conjunto de valores que la caracterizan. De este modo podremos alcanzar un conocimiento de aciertos y errores de los cuales se nutre nuestro pensamiento.