Se trata de un libro escrito por dos autores que aportan dos horizontes de comprensión diferentes pero que se reconocen en su metodología mediadora, simbólica y hermenéutica. Javier Otaola hace una representación de la masonería como tradición intelectual y moral nacida en la Ilustración, beligerante contra los dogmatismos tradicionales y los patriarcalismos y matriarcalismos que pretenden recluir al ser humano en una perpetua minoría de edad, una Ilustración optimista pero no simplemente “buenista”, una masonería que es iniciación al ser, abierta a una constante ilustración de sí misma, lo que le obliga a incorporar las Luces, también las Sombras, descubiertas por la psicología profunda de Freud y Jung, y tan presentes en nuestra historia reciente, jugando con la virtualidad de los símbolos de la construcción para llegar a una especie de Ilustración escarmentada. Andrés Ortiz-Osés, por su parte, incorpora una profunda y originalísima reflexión personal aunada con una vastísima red de referencias e influencias que le permiten construir un discurso mediador, relacional, co-implicado que desemboca en un fratriarcalismo de raigambre cristiana pero también ilustrada –fraternité- en el que coincide con Javier Otaola, una fraternidad en la que se asumen las contradicciones de los Unos y de los Otros en una formulación que asume lo luminoso y lo oscuro del ser humano, y quiere suturar las heridas de nuestra “partición” originaria, una fraternidad pacificadora y remediadora, aunque siempre problemática. La hermenéutica es el campo común de ambos autores, una hermenéutica que afronta la realidad y el mundo como un gigantesco texto que hay que interpretar de acuerdo con las estructuras de comprensión que aporta la hermenéutica: perspectiva y horizonte, circularidad, diálogo y mediación.