Con un puñado de sentimientos en la mano, entre los que la ironía campa por sus respetos (sin conseguir ocultar una dolida humanidad) Borja Sémper nos enseña en este poemario socarrón y auténtico que los políticos, al menos algunos, aman, sangran y se cabrean como cualquiera. Imprescindible. Fin de la cita.