Napoleón esperaba acceder al control de España utilizando en su provecho el desgobierno en que se hallaba sumida la nación por causa de las contínuas desavenencias que se daban en el seno de la Real familia y los partidos que como consecuencia de ello dividían España. A pesar de todo, no pasaba desapercibida para el astuto corso la fuerza del carácter español y las dificultades que esta realidad podía traer para sus objetivos últimos. El motín madrileño del dos de mayo, que ya se había anunciado en los contínuos incidentes producidos en esta y otras ciudades españolas, fue el detonante de una trágica guerra que supuso también el comienzo del fin del imperio francés.