Los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 supusieron la irrupción masiva del mal en la vida cotidiana de los ciudadanos de Madrid. Pero la conmoción provocada por el horror, y el escándalo de la negación del hombre por el hombre que representa esta violencia, claman por encontrar alguna explicación y exigen que se alimente el esfuerzo de la crítica. Este propósito es el que anima a los científicos sociales cuyos trabajos reúne el presente volumen: explicar el mal en este caso el fenómeno terrorista en su complejidad-, su naturaleza y sus consecuencias. Porque esta obligación de comprender la barbarie significa también un deber moral que une al estudio sosegado y crítico la necesidad del testimonio. Es lo que se le debe a las víctimas: explicación y recuerdo, «ser testigos aunque nadie nos pida testimonio», tal como escribió un poeta la noche del 11 de marzo con los dolores todavía en carne viva. Algunos de los resultados de esta indagación conjunta acaso puedan sorprender a más de uno, pero las vías de reflexión que abren no dejarán indiferente a nadie. El análisis general de las llamadas «políticas perfectas» y el estudio de las relaciones entre religión y terrorismo ponen de relieve formas de justificación de la violencia en nombre del bien. El estudio pormenorizado de las redes terroristas, en particular del yihadismo (tanto en España como en el ámbito internacional), y su categorización como subcultura y contracultura, conducen a la investigación del origen psicosocial del mal. Pues lejos de provenir de las mentes perturbadas de unos pocos fanáticos, se trata de «los crímenes de la buena gente», cuya raíz hay que buscar en procesos sociales y racionales que buscan legitimar la barbarie. Por último, la consideración del mal vinculado a la violencia ejercida conscientemente requiere abordar el problema del trauma, del daño psicológico y moral en las víctimas, así como las vías para su tratamiento y superación.