Lucas es el Evangelio de la Misericordia. Y no es que la misericordia sea la novedad que transmite Lucas, sino que el acento de su evangelio recae en ella. Una misericordia que no sólo se manifiesta en esas páginas inolvidables de las parábolas del perdón, en escenas como la de la pecadora en casa del fariseo o en la plegaria de Jesús por sus enemigos en el Gólgota sino en el mismo lenguaje conciliador, que busca como ningún otro la armonía. No concluyamos de aquí que nos sirve Lucas unos cuadros dulzones y desvaídos. Él tiene expresiones muy radicales, como el primero, para los irresponsables, los carentes de piedad y los explotadores, y de este modo muestra que el amor cristiano no es transigir con todo. La misericordia proclamada tiene lugar en un mundo antitético y Dios toma partido por los pobres, por los débiles y los marginados. A ellos y desde ellos se proclama la buena noticia. Ésta es la justicia misericordiosa de Dios revelada en Jesús.