La presencia del mal es una cuestión esencial que se plantea en casi todos los sistemas religiosos y de pensamiento. El ser humano se encuentra habitando un mundo donde existe el mal muchas veces opuesto al bien y a Dios en el que pueden reconocerse varios tipos, varios rostros: el mal metafísico, trascendental, que va más allá de sus parámetros racionales; el mal físico, cuantificable y demostrable, equivalente al sufrimiento y al dolor, o el mal moral. La presencia tanto del bien como del mal guarda, a la larga, estrecha relación con la existencia de la libertad del ser humano.