La enseñanza pública sigue siendo una apuesta válida que, en la sociedad democrática, del conocimiento y con cierto nivel de bienestar, tiene que demostrar una valía de la que no le excusan las declaraciones de principios, por muy convincentes que éstos sean. Mantengamos abierto un debate que no nos haga perder la sensibilidad hacia los valiosos objetivos para los que es fundamental la existencia de un sistema sólido de carácter público, siendo críticos con todo lo que motive su obstrucción, resida en el campo de lo privado o en el de lo público, provenga de las políticas educativas, de las prácticas y comportamientos de los profesores o de los discursos que legitiman a aquéllas y a éstos. No se trata de atacar a nada ni a nadie, sino de defender un ideal bueno.