Los bárbaros tienen una extraña reputación. Los pensadores del Renacimiento les imputaron el naufragio de la única civilización verdadera: Roma. Los historiadores del siglo XX les atribuyeron de buen grado el origen de las naciones europeas: ¿acaso los anglos no dieron su nombre a Inglaterra y los francos a Francia? Aunque los investigadores actuales han abandonado estos presupuestos, su trabajo histórico sigue siendo delicado: las poblaciones que vivían al norte del Rin y y del Danubio no dominaron la escritura durante toda la Antigüedad y la considerable aportación de la arqueología solo compensa en parte esa casi ausencia de textos. Una cosa es segura hoy: el modelo explicativo de las "grandes migraciones" no es el correcto. No permite sobre todo conocer el proceso que desembocó en la creación de nuevas identidades étnicas mestizas en torno a las cuales se forjaron, de manera lenta, nuevos pueblos.