El alargamiento de los miembros, la frontalidad de los volúmenes, el desdibujamiento del modelado y lo descarnado de las figuras son, entre otros, rasgos del arte bizantino, cuya fuente descubre el gran historiador André Grabar en las corrientes neoplatónicas del siglo III d. C. Grabar muestra que en la imagen actúa una concepción espiritualizada de la materia. El artista debe, valiéndose de medios puramente estéticos, llevar al espectador a despegarse de lo sensible, a «abrir los ojos del espíritu», a contemplar lo divino en el cosmos. El célebre texto sobre «Plotino y los orígenes de la estética medieval» se completa con una conferencia sobre «La representación de lo Inteligible en el arte bizantino de la Edad Media» y con «El mensaje del arte bizantino», una revisión más general de las relaciones entre la Edad Media y la Antigüedad.