Las reflexiones de este ensayo comparten un supuesto irrenunciable para el pensamiento social cristiano: los contextos estructurales de la vida social, en todas sus manifestaciones, forman parte de una perspectiva que la teología moral y la doctrina social de la Iglesia han aprendido a considerar sin ambages o dudas. Los escenarios estructurales de la vida personal y colectiva no son un espacio externo a la representación del juego de libertades de la historia, sino, además, un vector que conforma nuestra sociabilidad y "politicidad". Ser cristianos en medio del mundo es asumir el mundo como lo que es, algo propio y constitutivo del ser humano que cada cristiano es, realidad ineludible del ser personal, social y eclesial en que nuestras vidas son e interactúan. En consecuencia, es en la historia humana integral, en la comunidad de vida de todo lo creado, y especialmente en la vida de los más pobres, donde se nos da la oportunidad de ser instrumentos de la gracia. Porque "Dios trajina su salvación con los ingredientes humanos e históricos que nos son cotidianos".