Cuando Andrés llega a Madrid, en el último traslado de su familia, confirma en su nuevo colegio lo que ya había notado: y es que no le ven. Los profesores no parecen creer que existe –sobre todo el de matemáticas–, los otros chicos le llaman por su apellido y las chicas le miran como si fuese transparente. De modo que una gran pregunta comienza a preocuparle: ¿se ha vuelto invisible?