Los capítulos de Los españoles en París, como la mayoría de los textos de Luis Bonafoux, son breves y contundentes. Una curiosa mezcla de crónicas de actualidad, escenas costumbristas y semblanzas personales, pero también de denuncia social y política, y un reflejo de la enorme influencia que sobre las cosas de España tuvo la Francia de su época, y particularmente la capital francesa. Grandes de la política y de la cultura como Vicente Blasco Ibáñez, Colombine, Lerroux, Ángel Guerra, Canalejas, Nicolás Estébanez y Zuloaga son retratados en estas páginas junto a exiliados, emigrantes y turistas anónimos o cuya fama, como en el caso de Bonafoux, no superó el paso del tiempo, entre ellos flamencos, cabareteras, revolucionarios, periodistas fugitivos y otros españoles de alquiler. Luis Bonafoux Quintero nació en Burdeos en 1855 y murió en Londres en 1918. De creencias progresistas y actitudes radicales, fue uno de los periodistas españoles más brillantes, admirados y temidos de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Con la misma facilidad se batía en las páginas de los periódicos que en el campo del honor, pues no pocos de sus escritos se leían como afrentas que hubieran de dirimirse a pistola o florete. Fundó docenas de periódicos y apadrinó a Azorín. Se consideró discípulo de Zola y fue el primer corresponsal de un periódico español en París. Anticlerical y filoanarquista, por sus escritos, siempre en contra del conservadurismo y del poder establecido, sufrió persecución en Puerto Rico, España y Francia. Aunque influyó en grandes articulistas como Julio Camba y Ortega y Gasset, su obra cayó en el olvido tal vez por su apasionado enfrentamiento con Clarín, al que acusó de plagiar La Regenta. Se ganó el apelativo de La víbora de Asnieres, localidad cercana a París en la que estableció una de las residencias de su exilio.