Los quince poemas de “Los días liebre” nos remiten al pulso de la vida cotidiana, a veces tan intenso y fugaz, con la añoranza de una cadencia más pausada y serena. Los recuerdos, la fantasía y una cierta cercanía con el modo de razonar propio de la infancia conforman el universo simbólico de este diario que no sigue tanto el paso del tiempo como el acopio de emociones y experiencias.