Sania continuó toda la noche relatando, fiel a su tradición. Sólo al llegar el alba me percaté que se limitaba a mover sus labios y que su garganta no emitía sonido alguno. Los cuentos que ella desgranaba en realidad eran mis propios cuentos, mi propia historia. ¿Pudiera ser que yo escribiera realmente palabras que Sania me dictara por medio de alguna sutil hipnosis a la que me había sometido?¿ Pudiera ocurrir que estos cuentos estén escritos por cada uno de ustedes?